jueves, 3 de febrero de 2011

El poder curativo de la amistad


Tener amigos mejora la autoestima y reduce el estrés

Un estudio científico avala la idea de que cultivar una buena amistad ayuda al crecimiento espiritual y al desarrollo personal, al tiempo que enriquece nuestra vida.



Ya lo intuíamos. Pero ahora está comprobado científicamente. Tener amigos no solo es una de las experiencias más satisfactorias de la vida, sino que ejerce en nosotros un poder extraordinario, fortalece nuestra autoestima y nos ayuda a mejorar la calidad de vida.

Todo ello, además de potenciar nuestras cualidades más sinceras y acompañar un importante crecimiento personal y espiritual.

Tener amigos cura y fortalece nuestro mundo interior


Una reciente investigación realizada en la Universidad de California en Los Ángeles ha comprobado científicamente que aquellos que desarrollan en su lugar de trabajo lazos afectivos con sus pares, tienen un 90% menos de posibilidades de sufrir de estrés que quienes se aíslan en su vida laboral o personal.

Encuestas realizadas posteriormente confirman que, a su vez, aquellos que comparten charlas y situaciones de la vida cotidiana con personas afines tienen una vida privada mucho más satisfactoria y rica.
O sea, que esa sociabilidad traspasa los límites del ámbito laboral y habla de personas con un caudal de comunicación importante y una apertura hacia los demás significativa.
Estos aspectos redundan, indefectiblemente, en una vida más plena y en un crecimiento espiritual marcado.
Al mismo tiempo, se comprobó también que son personas más seguras de sí mismas y con un alto nivel de autoestima.

La explicación científica se completa al descubrirse que cuando una persona se involucra en cuidar a otra, en pedir ayuda cuando la necesita y en entablar amistades, libera oxitocina. Esta hormona es la encargada de reducir los niveles de estrés y producir un efecto calmante, además de reducir el colesterol y la presión arterial.

Cultivar lazos de amistad ayuda a mejorar la calidad de vida


Más allá de avales científicos, la verdadera comprobación se realiza día a día.
Una verdadera amistad es por definición un lazo auténtico y desinteresado que nos acompaña incondicionalmente en todo momento de nuestra vida.

Ahora, además, nos enteramos de que mejora nuestra salud y nos alarga la vida. Así que no solo se trata de una caricia para el alma; nuestros amigos nos ayudan a sentirnos mejor y a ser mejores personas.

Y está claro que esa alma gemela que un día se cruzó en nuestro camino para quedarse es absolutamente necesaria en los momentos en que el entorno se pone hostil, pero más importante aun es poder compartir una alegría o un buen momento de un amigo como si realmente nos estuviera sucediendo a nosotros mismos.

Por eso se habla de la autenticidad, ya que la amistad es, si quiere, el vínculo menos contaminado de todos. Se trata de un encuentro real, que no está determinado por lazos sanguíneos ni compromisos de ningun tipo.

Es la mano que se da sin pedir, el guiño de aprobación justo a tiempo, las tardes de mate interminables, el silencio compartido y las risas eternas. Es el espejo donde uno se mira y no necesita dar explicaciones, es la compañía constante, el momento liberador después de un día agobiante y el contrato tácito de seguir eligiéndose a cada paso.

Los beneficios de una buena amistad y el valor de la autoestima


Si se piensa en amistad, enseguida viene a la mente la idea de un vínculo sincero.
Y la sinceridad, tanto con nosotros mismos como con el exterior, es un excelente camino para lograr el equilibrio interior.

Entonces, el círculo vicioso se refuerza. Solo quienes son auténticos podrán cultivar amistades sinceras y así lograr vivir en plenitud y tener relaciones saludables.

Vivir de manera auténtica, asumir lo que uno es y estar a gusto con ello, es señal de sabiduría. Y eso se percibe. Contar con un ser elegido para caminar a la par nuestra, llamarlo amigo, potencia las características más saludables de cada uno.

Y se trata de un aprendizaje de ida y vuelta. Se acepta al amigo como es, se intenta entender lo inentendible, se acompaña sin juicios, y todo ello redunda en una mejor vida para ambos.

Sentirse acompañado en la actualidad


La necesidad y el valor de tener amigos es mucho más importante y vital en los tiempos que corren, aunque su existencia sea milenaria.

Es que se trata de un momento en donde las relaciones efímeras abundan, la violencia se vivencia cotidianamente y la construcción de vínculos impersonales para determinados propósitos pasajeros, alejados de la sinceridad, son moneda corriente.

Sucede que cuando el ritmo vertiginoso en el que vivimos nos compromente a soportar vínculos a veces insanos o no tan reales, en aspectos de la vida vinculados por ejemplo a lo laboral, volver a ese "mundo seguro" que es la amistad nos ayuda a reencontarnos con nuestra verdadera esencia y volver a fortalecernos desde allí, para seguir adelante con nuestras vidas.

Y es allí, frente a frente, con nuestro amigo, donde podemos hablar sin poses ni defensas, sin sentirnos juzgados, ni incomprendidos. Podemos abrazarnos o dejarnos abrazar. Podemos despojarnos de la seriedad de la vida cotidiana y recuperar nuestra esencia lúdica, reírnos sin poses, llorar sin sentirnos avergonzados, mostrarnos vulnerables y evolucionar como seres humanos.

La necesidad de agradecer, cultivar y valorar la amistad


La amistad es, entonces, mucho más que una necesidad vital.

Es un verdadero hallazgo que debemos cultivar y valorar. Honrar ese vínculo como algo sagrado y esencial, porque nos enorgullece y porque no es fácil encontrarlo, ni conservarlo.

Habla bien de nosotros mismos el tener amigos, sin dudas. Entender que estamos siendo beneficiadas por un vínculo que se construye sobre la más incondicional confianza, porque así funciona, y no podría ser de otra manera.
Y experimentar la sensación de que, aunque sea por un segundo, el mundo se convierte en un lugar más amable, sólo por saber que contamos con ese refugio cálido y seguro donde resguardarnos.

Sin dudas, esa es ya una razón más que importante para celebrar. Que estamos vivos, y acompañados, incondicionalmente.

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